Cabecero forjado de hierro macizo. Eso era hasta, que del uso, se maleó.
Los secretos guardados por sus láminas habían hecho mella en su vigor. Grilletes que dejaban huella de vez.
Ya no tenía la robustez necesaria para mantenerse, para sobrellevar el peso. Se derretía lentamente y, día a día, se volvía más enclenque.
Aquel una vez fornido se hizo débil, delicado y flojo.
La solidez de sus brazos se tornó quebradiza.
A sus treinta y tantos comprendió que un solo paso en falso resquebraja la corpulencia, hasta de lo que parecía un cabecero forjado de hierro.
A veces, son esos espejos de todo lo que sucede a nuestro alrededor.
ResponderEliminarCariños....
A veces los objetos son la forma tangible que nos señalan el final de una etapa.
ResponderEliminar