Croissants


Ella había tenido uno de esos días difíciles, en que los problemas parecen minar la moral. Ya se estaba acabando, y tirada en el sofá veía una serie de esas que repiten capítulos una y otra vez. Él, desde su casa, estaba indignado, su equipo de fútbol había vuelto a perder. Que tensión acumulada!!! Hombres!!!

Patricia tenía ganas de mimos, de caricias interminables que hicieran olvidar su pena. Y besos de esos, que aunque no curan, alivian. Marcos, desde su casa se preocupaba por Patricia, y decidía que no debía dejar dormir sola a su amiga. Pero ella, como se dice por ahí no tenía el “horno pa bollos”. Aunque ante una buena dosis de cariño es difícil resistirse. Y quién mejor que un amigo?

Después de conversar de todo y de nada a través de la red, de comentarios divertidos que te sacan una sonrisa, a Patricia se le ocurrió que un buen café acompañado de croissants sería un magnífico final para aquel mal día. El reloj marcaba más de la una de la madrugada y Marcos tras unos segundos escribió: grandes o pequeños?. Sonrió, de donde iba a sacar croissants a esas horas? Grandes, los quiero grandes, para mojar en un buen tazón de café. Él resolvió: de acuerdo, ahora te los llevo.

Patricia volvió a sonreir al ver que Marcos se desconectaba y pensó que el chico siempre tenía algún comentario gracioso antes de despedirse. Así que creyó que se habría ido a dormir, pues si fuese una broma, ya tendría que haberse conectado otra vez, y no lo hizo. Decidió apagar el ordenador y volver a la serie repetida, con intención de que el sueño la abrazase.

Unos veinte minutos después, el timbre sonó. No me lo puedo creer, pensó. Y si, al mirar por el videoportero, era él. Marcos aparecía, cual jinete rescata a la princesa, con croissants para el café y una caja de bombones para endulzarle la semana a Patricia. Todo un detalle!!

La noche se llenó de croissants, café y conversación, mimos, sábanas rebosantes de besos y repletas de caricias. La cama se deshizo en deseo y pasión. Ella se alegró. Un buen final para un mal día. A sus treinta y tantos, su amigo había complacido un antojo de madrugada.


4 comentarios:

  1. Anónimo13:27

    ohh!
    precioso blog, me acabo de alegrar de descubrirte!!!!
    Pasaré pronto!
    Un beso gordo!

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  2. Una linda historia. Más el final con ese café tan dulce.

    Saludos muchos.

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  3. Dicen que las historias se saben como empiezan pero no como acaban .. incluso a veces yo pienso que las historias pueden acabar como tu quieras, pero muy pocas..

    Pd; Cuando tenga tiempo leere tu blog por lo poco que he visto creo que me va a gustar :) , y gracias por escribirme.

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  4. Que bello final, casi un cuento de hadas. Bravo por Patricia!!!
    Un beso…
    P.D: Me gustaría que visites mi blog, hay un regalo para ti y alguien que me gustaría, conozcas

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