El Fragor de una Mirada



Cada día le resultaba más difícil mirarse en el espejo.

Se había roto en mil pedazos y las cicatrices de la recuperación atravesaban su piel, dejando los rescoldos del dolor a la vista.

Al cobijo de la tenue luz de una vela, alguna noche de verano se observaba de reojo al desvestirse para dormir. No se atrevía a mirar de
frente por pudor.

 

 
Entonces, se sofocaba recordando aquella mirada salvaje atravesando su cuerpo, su mente, su alma y se hacía pequeñita mientras intentaba borrar las huellas de sus manos viajando por su piel. Sentía sus mejillas arder, recordando las caricias al alma de aquellos ojos.

A sus Treinta y Tantos quería estar lejos de su retrato, para no contaminar de fuego el corazón.


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