El deseo era fuerte, nacía de sus entrañas como un volcán en erupción.
Contenía su emoción cuando lo pensaba.
Ansiaba sentirlo, fuerte y profundo. Como el mar, bravo a la vez que fresco.
Pero la sal venía de sus lágrimas, impotentes de querer lo inalcanzable, de imaginarse colmada, llena, y sentirse vacía, derrotada, a punto de apagarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario