Querer y No Poder



El deseo era fuerte, nacía de sus entrañas como un volcán en erupción.

Contenía su emoción cuando lo pensaba.

Ansiaba sentirlo, fuerte y profundo. Como el mar, bravo a la vez que fresco.

Pero la sal venía de sus lágrimas, impotentes de querer lo inalcanzable, de imaginarse colmada, llena, y sentirse vacía, derrotada, a punto de apagarse.

Y a sus treinta y tantos, justo cuando dejo de anhelarlo, lo logró. 

Por fin, se durmió.



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