El tiempo tiene diferentes velocidades. Pero no está en nuestras manos el mando a distancia. Son las emociones las que tienen el poder de ralentizar o acelerar la sensación de verlo pasar.
Su ritmo se antoja caprichoso. Cuanto más disfrutamos del paisaje más rápido circula el coche donde viaja el momento y sin pedal de freno. En cambio, si la estampa se vislumbra gris, entonces el tren parece no arrancar, parado en la estación.
En estos treinta y tantos, sólo a veces he sentido como se para el tiempo, el mundo. Ese minuto en que todo es perfecto. Inspiras profundamente y la vida ahora te parece tan sencilla y transparente. O ese segundo, que tal vez pueda ser hasta de los más dolorosos de tu existencia. Pero aún así, ese instante irrepetible es guardado en nuestra memoria como si hubiésemos tenido a mano una polaroid, y la fotografía se imprime y guarda automáticamente en el cajón de los recuerdos.
Esa bodega de la retentiva de la que todos disponemos en algún lugar de nuestra historia. Es ahí donde suele quedarse, congelado, hasta que el tiempo y su arbitrariedad nos remiten su dirección. Y un día, de esos de nostalgia, entramos en el trastero de la melancolía pensando en hacer limpieza. Pero después de un rato, lo abandonamos dejándolo igual que estaba. Porque al fin y al cabo es el collage de nuestra supervivencia.
Esperando, eso sí, que pronto se avecine otro momento Polaroid.
Momenos guardados, que de vez en cuando visitamos, como para tocarlos, saber de nuestra vida.
ResponderEliminarUn saludo y buenas tardes.
Que no te engañen, que el tiempo es un mentiroso y por mucho que se empeñen los relojes no siempre pasa a la misma velocidad.
ResponderEliminarBonita foto, por la construción de los barcos pesqueros diría que es un puerto del Cantábrico.
Saludos desde el mar de la luz.
Los recuerdos forman la vida y tejen mediante esas polaroid la existencia.
ResponderEliminarAfortunado es aquél que tiene imágenes bonitas.
Un texto muy reflexivo.
:)