La sensación de impotencia se apodera de mi.
Tú no me entiendes, yo no me explico.
Ya no hay que decir y la conversación no se acaba.
Tú no me entiendes, yo no me explico.
Ese momento en que una lágrima asoma y eres consciente de que ya nada puedes hacer. Debes replegar y dejar pasar el momento, si no quieres que tu armadura, esa que tu tiempo te ha llevado forjar, se agriete.
Tú no me entiendes, yo no me explico.
No perderé la compostura por tu cabezonería.
Se acabó: Que tenga usted una buena noche.
(ah, y yo me explico estupendamente, eres tú que no quieres enterarte, porque no te conviene)
Mmmm ese tipo de monólogos a dúo me suenan.
ResponderEliminarNi tú, ni yo sino todo lo contrario.
Aún queda mucho camino por recorrer. ;)
Un beso